Todos sabemos que, en cuestión de ecología y sostenibilidad, nuestro pequeño grano de arena, por minúsculo que nos parezca, es una gran aportación al cuidado de la salud de nuestro planeta. Porque, ¿qué marca la diferencia entre un estilo de vida ecológico y uno que no lo es? Pues la suma de muchos pequeños actos, rutinas, actitudes y maneras de hacer las cosas que hacemos cada día, desde ducharnos a ir a hacer la compra o a trabajar, elegir la ropa que nos ponemos o el desodorante que utilizamos.
Ese es el poder de las pequeñas cosas. Y está en nuestra mano –sí, está en tu mano– poder cambiarlas para no perjudicar más el planeta Tierra. Aquí vamos a centrarnos en los gestos que podemos mejorar en un momento muy concreto del día: cuando cocinamos. No es una elección al azar: como mínimo, hacemos 3 comidas al día (desayuno, comida y cena) y de estas, al menos 2 la mayoría de nosotros las hacemos en casa. Cocinamos cada día y un cambio de hábitos puede significar mucho si queremos ser más ecológicos.
Consejos fáciles para cocinar de manera más ecológica
Ya verás que no son nada complicados. Al contrario. Cuando los leas, incluso puedes llegar a pensar: “claro, pero qué tontería, no había caído en esto…”. Anímate y, para que te sea más fácil cambiar tus rutinas, puedes hacerte una lista con estos consejos, colgártela en la puerta de la nevera y así los tendrás presentes en todo momento. Plantéatelo como un reto, dicen que un gesto se convierte en hábito después de 20 días de hacerlo, así que ¡estás a 20 días de ser más ecológico y sostenible en la cocina!
Tips de un cocinero sostenible
Lava -bien- la compra
Llena el fregadero de agua, no abras el grifo y dejes correr el agua, son litros y litros que se desperdician. Añade el producto desinfectante que utilices, que también debe ser ecológico. Cada vez hay más opciones en el mercado, o puedes “fabricártelo” tú, diluyendo 1 cucharadita de bicarbonato de sodio o 1 vaso de vinagre por cada litro de agua. Luego, deja las frutas y verduras en remojo 10 minutos y listo.
Lo que comes dice mucho de ti
No es que tengas que volverte vegetariano, pero sí que seas consciente de que el consumo de carne animal y pescado y marisco pasa factura al medio ambiente. Aunque hay muchos matices y no todo es blanco o negro, es cierto que producir estos alimentos acarrea un enorme uso de energía, unas emisiones de gases invernadero y de sustancias perjudiciales a la tierra, la utilización excesiva de productos químicos, antibióticos o pesticidas, un gran consumo de agua… Todo depende de las condiciones en que se producen tanto la carne como el pescado. Siempre que puedas, opta por carnes de proximidad (la ternera de Nebraska está deliciosa pero… ¿sabes lo que cuesta traerla desde allí?) y pescados y mariscos de piscifactoría. Y reduce un poco su consumo, apostando más por vegetales, pasta, arroz y legumbres, por supuesto libres de químicos y pesticidas y de cultivo ecológico.
Calcula bien la cantidad de comida
Parece una obviedad, pero no lo es. ¿El objetivo? Evitar generar sobras que, en la mayoría de casos, van a acabar en la basura. Distinto es si cocinas de más adrede, con la intención de preparar la comida de otro día, entonces “chapeau”. Eso sí, si te preparas un menú semanal y cocinas con un plan de comidas preestablecido, evitarás ir acumulando sobras en la nevera.
Y ahora… ¿cómo lo cocinas?
El sistema de cocción también importa. En general, la idea es utilizar el sistema que consuma menos energía y genere menos residuos, así que olvídate de las frituras (que además, tampoco le van bien a tu organismo) y apuesta por: ollas rápidas que cocinan en mucho menos tiempo, plancha, microondas, horno (depende del tipo de alimento, claro). También debes usarlos bien: por ejemplo, el horno y la placa emiten un calor residual que debes aprovechar.
Reinvierte en tus electrodomésticos
Echa un vistazo a los electrodomésticos de tu cocina: la nevera, el horno, el microondas, el lavavajillas… ¿Qué etiqueta energética tienen? Si no es A, A+, A++ o A+++, no son eficientes y seguramente consumen más recursos de agua y energía de los que deberían. Algo que, no está de más decir, también notas en tus facturas y tu bolsillo. Si apuestas por una placa de cocción que funcione con energía eléctrica, que sepas que la inducción es más eficiente que la vitrocerámica. Tenlo en cuenta cuando vayas a renovar algún electrodoméstico y fíjate bien en su etiqueta energética antes de elegir.
Y utilízalos bien
No abras la puerta de la nevera sistemáticamente y te “pares” delante de ella con la puerta abierta mientras piensas qué quieres cocinar. ¡Es al revés! Primero piensa, luego abre la nevera. Claro que tenerla bien ordenada es clave para encontrar lo que quieres en apenas unos segundos. Y no guardes cosas calientes dentro, la obligas a trabajar de más y consumirá más energía. Lo mismo con el lavavajillas (si no tienes, piénsatelo, es más ecológico que lavar a mano porque consume menos agua): ponlo cuando esté lleno (algunos modelos son capaces de ajustar automáticamente el consumo a la cantidad de vajilla que tienen dentro) y utiliza el programa “eco”. Utiliza recipientes cuyo diámetro sea mayor que los de los quemadores de tu placa de cocción, para no desperdiciar energía (las nuevas placas tienen sensores que detectan el tamaño del recipiente y se adaptan a él). Y si vas a encender el horno, planifícate bien y prepara varios platos a la vez. Limpia los filtros de la campana de manera regular, aspirará mejor y la harás trabajar menos.
Utensilios ecológicos
Sartenes, cazuelas, ollas, cubiertos para cocinar… pueden contener metales pesados o productos sintéticos dañinos para nuestro organismo. Las de acero inoxidable, hierro fundido de alta resistencia, nanocompuestos cerámicos y esteatita son la mejor opción para la batería de cocina. Si tus sartenes y ollas son de aluminio o tienen teflón, ya tardas en tirarlas. En cuanto a los cubiertos y utensilios para cocinar, los de bambú, madera y silicona son los más sostenibles. Los cuchillos de cocina, de acero 18/10 o de cerámica.
Limpia sin químicos
Elige limpiadores libres de productos químicos. Los hay que son ecológicos y limpian igual sin dañar el medio ambiente. Los hay de todo tipo: para los platos, para desinfectar, para limpiar la cocina y los electrodomésticos… Tendrás que buscar un poco más, pero vale la pena el esfuerzo.
Recicla bien
Equipa tu cocina con un sistema de reciclaje que te permita separar los resíduos que generas: orgánico, envases, plástico, papel… y por supuesto luego llévalos al contenedor adecuado. En cuanto al aceite, ¿sabías que solo 1 litro puede llegar a contaminar 1000 litros de agua? Así que nada de tirarlo por el desagüe: llévalo a un punto verde o de reciclaje de tu ciudad, el mar te lo agradecerá. Y si quieres ser aún más eco, prueba a fabricar con este aceite jabón casero. Es un hobby supersostenible. También puedes reciclar agua: el agua de hervir vegetales es perfecta para regar las plantas, ¡está llena de nutrientes!
Osmosis, ¿sí o no?
Pues depende. Porque aunque es verdad que, como cálculo general, por cada litro de agua filtrada se desperdician 4, si puedes reutilizarlos por ejemplo para la cisterna del aseo, no estarás tirando agua, aunque eso supone una instalación de un sistema de canalización nada fácil ni barato. Y no hay que olvidar que si tienes agua filtrada no comprarás agua embotellada (que va en envase de plástico y hay que transportar de un lugar a otro, generando emisiones). Si tu objetivo es tener un agua más “pura”, hay otros sistemas menos engorrosos, como las jarras purificadoras. Elabora una lista de pros y contras y valora si te compensa la osmosis.
Conserva bien los alimentos
Di adiós al papel de aluminio y al film transparente. Son altamente contaminantes y muy difíciles de reciclar. Busca alternativas ecológicas para cada uso, las hay. Fundas reutilizables para bocadillos, papeles de cera para envolver y conservar alimentos, bolsas de plástico ecológico y reutilizable para congelar, gadgets especiales para cocinar al horno o al microondas… También debes utilizar contenedores de cristal (y no de plástico) para guardar los alimentos o las sobras en la nevera.
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